lunes, 24 de febrero de 2014

Desesperación de una adolescente relacionada con crecimiento manifestado por responsabilidades y soledad

Últimamente he leído y visto por todas partes frases optimistas que invitan a quien las lee a regalar una sonrisa al ser humano más cercano, a distinguir entre las oscuras nubes el radiante sol y  a ver arcoíris de colores incluso en lo endiablado del trafico.
Frases que, en pocas palabras, te invitan a vivir.
Pero estoy harta de intentar y no notar más que responsabilidades. Una sobre otra.
Porque si, vivir ahora implica un poco más que el gasto de oxigeno y la retribución de dióxido de carbono. Hoy se necesita, para empezar, que tu mamá antes de concebirte tome ácido fólico, de no hacerlo el riesgo de nacer con una malformación aumenta drásticamente. Necesitas ser un bebe planeado, para que con la economía actual no tomes desprevenido a nadie. ¿Serás niño o serás niña? ¿Buscamos nombres para que genero? ¿Quizá uno demasiado genial que quede con ambos sexos, por si esta aquella cuestión de que tus preferencias sexuales son distintas? ¿Será posible de una vez que seas rubio, ojos de color mediante ingeniería genética? Quien quita y seas perfecto.
¿En qué escuela estudiaras cuando crezcas? El mundo no está para arriesgarse, hay que buscar lo mejor pues la competencia laboral lo demanda.  Espero que desde los dos años te obliguen a formar frases coherentes y de ser posible a los tres leas ya. ¿A los cuatro podrás hablar ingles? Los cinco me parece una buena edad para el portugués.  Ni hablemos de cuando llegues a la universidad: quizá no haya dinero para pagarla, pero existe el crédito del estudiante y no te puedes quedar atrás. Hoy sin carrera no eres nadie.
Cuando al fin termines tu profesión, después de lanzarte desde casi al nacer a estudiar, es hora de pensar en diplomados, maestrías y doctorados.  También en trabajar. Asiste a todas esas entrevistas en las que alguien se siente con el poder de decidir si eres competente o no para cualquier puesto, y en las que un par de tacones y un escote pueden más que un curriculum.
Y empiezas desde abajo, quizá comprando cafés para quien ocupa el puesto mayor, con la esperanza secreta y oscura de que un día desaparezca y puedas tu tomar su puesto. Vamos, que te has partido la espalda en busca de una oportunidad mejor que un salario que apenas paga la renta, luz y agua.
El tiempo pasa y la edad comienza. Y nuevamente esta la responsabilidad, esta vez de encontrar a la dichosa y mítica media naranja; ese ser que teóricamente te complementa tanto que te eleva al estado zen. La verdad es que al mirar a tu pareja y recordar todas las discusiones (esas en las que si bajo o no la tapa de la taza del baño es el mayor de los problemas) piensas en que eso es solamente mercadotecnia barata para adolescentes y románticos. Y ha llegado el momento de tener hijos,  francamente crees estar listo porque has cuidado de una planta por un mes (¡Y casi ni se ha muerto!). El ciclo reinicia, buscando  almas solitarias que vagan por el universo dispuestas a hacer la transición vida-muerte en este mundo que cada vez se trata más de dinero, de poder, de trabajo y menos de amor, de paz, de hermandad.
Cada vez más responsabilidad, de hacer las malditas cosas bien, de hacer todo como se espera, de que la vida [TU vida] siga ese curso que desde pequeño odiaste.  De dejar esa personalidad rara del ser que decía que quería irse a estudiar lejos para obtener un cambio radical, de dejar el pasado atrás, de oír música rara y tomar café como nunca, de leer a lo idiota y querer a lo tonto. Ha llegado el momento de crecer y convertirte en la persona corporativa, competente, laboral que todos quieren y esperan que seas (integro, ético, pero una maquina lista para el trabajo), y de enterrar esos sentimientos, esos pensamientos, que te hacen ser quien eres.
Esa es tu responsabilidad, y se le ha llamado, CRECER.