Últimamente he leído y visto por todas partes frases
optimistas que invitan a quien las lee a regalar una sonrisa al ser humano más
cercano, a distinguir entre las oscuras nubes el radiante sol y a ver arcoíris de colores incluso en lo
endiablado del trafico.
Frases que, en pocas palabras, te invitan a vivir.
Pero estoy harta de intentar y no notar más que
responsabilidades. Una sobre otra.
Porque si, vivir ahora implica un poco más que el gasto de
oxigeno y la retribución de dióxido de carbono. Hoy se necesita, para empezar,
que tu mamá antes de concebirte tome ácido fólico, de no hacerlo el riesgo de
nacer con una malformación aumenta drásticamente. Necesitas ser un bebe
planeado, para que con la economía actual no tomes desprevenido a nadie. ¿Serás
niño o serás niña? ¿Buscamos nombres para que genero? ¿Quizá uno demasiado
genial que quede con ambos sexos, por si esta aquella cuestión de que tus
preferencias sexuales son distintas? ¿Será posible de una vez que seas rubio,
ojos de color mediante ingeniería genética? Quien quita y seas perfecto.
¿En qué escuela estudiaras cuando crezcas? El mundo no está
para arriesgarse, hay que buscar lo mejor pues la competencia laboral lo
demanda. Espero que desde los dos años
te obliguen a formar frases coherentes y de ser posible a los tres leas ya. ¿A
los cuatro podrás hablar ingles? Los cinco me parece una buena edad para el portugués.
Ni hablemos de cuando llegues a la
universidad: quizá no haya dinero para pagarla, pero existe el crédito del
estudiante y no te puedes quedar atrás. Hoy sin carrera no eres nadie.
Cuando al fin termines tu profesión, después de lanzarte
desde casi al nacer a estudiar, es hora de pensar en diplomados, maestrías y
doctorados. También en trabajar. Asiste
a todas esas entrevistas en las que alguien se siente con el poder de decidir
si eres competente o no para cualquier puesto, y en las que un par de tacones y
un escote pueden más que un curriculum.
Y empiezas desde abajo, quizá comprando cafés para quien
ocupa el puesto mayor, con la esperanza secreta y oscura de que un día
desaparezca y puedas tu tomar su puesto. Vamos, que te has partido la espalda
en busca de una oportunidad mejor que un salario que apenas paga la renta, luz
y agua.
El tiempo pasa y la edad comienza. Y nuevamente esta la
responsabilidad, esta vez de encontrar a la dichosa y mítica media naranja; ese
ser que teóricamente te complementa tanto que te eleva al estado zen. La verdad
es que al mirar a tu pareja y recordar todas las discusiones (esas en las que
si bajo o no la tapa de la taza del baño es el mayor de los problemas) piensas
en que eso es solamente mercadotecnia barata para adolescentes y románticos. Y
ha llegado el momento de tener hijos, francamente crees estar listo porque has
cuidado de una planta por un mes (¡Y casi ni se ha muerto!). El ciclo reinicia,
buscando almas solitarias que vagan por
el universo dispuestas a hacer la transición vida-muerte en este mundo que cada
vez se trata más de dinero, de poder, de trabajo y menos de amor, de paz, de
hermandad.
Cada vez más responsabilidad, de hacer las malditas cosas
bien, de hacer todo como se espera, de que la vida [TU vida] siga ese curso que
desde pequeño odiaste. De dejar esa
personalidad rara del ser que decía que quería irse a estudiar lejos para
obtener un cambio radical, de dejar el pasado atrás, de oír música rara y tomar
café como nunca, de leer a lo idiota y querer a lo tonto. Ha llegado el momento
de crecer y convertirte en la persona corporativa, competente, laboral que
todos quieren y esperan que seas (integro, ético, pero una maquina lista para
el trabajo), y de enterrar esos sentimientos, esos pensamientos, que te hacen
ser quien eres.
Esa es tu responsabilidad, y se le ha llamado, CRECER.