miércoles, 18 de septiembre de 2013

Para mi hijo

19/ septiembre / 2013'


Para mi hijo

Veo tus orbes oscuros y me doy cuenta de que ya no hay salida; me he lanzado a un pozo sin fondo y todo aquello que alguna vez tuvo sentido hoy lo pierde en tu presencia.
Extravío el control de mis propios pensamientos que de repente parecen ser comandados por tu sonrisa sincera y constante; tengo miedo, me admito, de conocer la historia que hay detrás de ella.
Reconozco los grandes muros construidos a tu alrededor y sufro, porque sé que son iguales a los míos y quizá un poco más altos. Sé que tu vida no ha sido fácil, que has sufrido y has sido obligado a crecer rápido en virtud de las circunstancias.
Mi corazón da un vuelco cuando percibo la elegancia de tus movimientos, aquellos que haces de manera tan natural y desenfadada. Es apreciar un arte el simple hecho de verte ahí, sentado, fumando un cigarrillo mientras me señalas con agrado las constelaciones que se forman frente a nuestros ojos.
Suspiro y abres un libro. Una hoja se convierte en un capitulo, y me explicas con paciencia infinita lo que lees. Yo me siento mal, torpe y sé que tu intelecto rebasa con creces al mío. Que vamos y vivimos niveles diferentes.
Sugiero hablar de otra cosa solo para deshacerme de tan fea sensación y es cuando la mencionas a ella. Siento como esos muros de los que te hable antes se derrumban, caen orquestados en una sola gran explosión. Y vuelves a sonreír, franco, y tus muros siguen ahí intactos.
Me siento triste por un segundo, y es entonces cuando lo notó. Notó esa energía que emanas, esa felicidad, esa paz. Me doy cuenta de lo pleno que eres, y ya no me importa lo guapo, lo extraño, lo inteligente que puedas resultarme, porque todo muta y se conjunta en una sola cosa: Eres perfecto, eres como un ángel.
Alzó la vista nuevamente hasta tus ojos (¿Cuándo creciste tanto?), y corro el flequillo de cabellos oscuros de tu cara. Te abrazó con fuerza y sorprendido me estrechas entre tus brazos.
-Se feliz, hijo mío.
-Gracias mamá-respondes.