20/octubre/2013 <3
Habladurías
Es curioso el actuar de la gente, pues nos guardamos las
ideas y las expresamos en el momento más inesperado, cuando quizá ya no tengan trascendencia
o importancia. Con nuestras opiniones la situación no mejora, a veces, solo las
decimos para herir, para lograr derribar murallas ajenas, para lacerar
corazones.
Porque casi siempre hablamos sin pensar. Las palabras salen
de nuestra boca sin ningún filtro, sin control alguno. Expresiones sin sentido
son comunicadas, dichas, amplificadas.
Así hablan de ella.
Cuando cruza las calles siente la estela de susurros que
deja a su paso. Ya nadie se molesta en decirle nada a la cara, porque todos
creen que ha cometido un error. Todos piensan tener el derecho divino de
juzgarla, y se atreven, aun con la mano sucia, a señalarla con el dedo.
Claro, la libertad de expresión es citada, y se atreven a
colgarse de ese derecho para concluir que lo que ella está haciendo es un
error. Que su vida, su futuro, esta arruinado. Que ya nada puede hacer para
corregirlo. Incluso se dice, a voz baja y con falsa lastima, que sus sueños jamás
se verán cumplidos.
Está embarazada. Y peor aún, como dicen algunos, solo tiene
17 años. Para rematar, la pequeña (y sin
anillo en el dedo anular) mano de ella se pasea con decisión por su ya abultado
vientre. Ha decidido tener a ese niño, aun cuando todos consideran que es peor.
¿Quién es el padre? Pregunta la vecina, la amiga, la maestra,
e incluso la familia. La pregunta implícita,
piensa ella, es “¿a quién más tenemos que
ver mal?”. Y no contesta, lo guarda, lo almacena. Porque duele, porque sabe
que murmuros de “tan seriecitos que se veían” se oirán como gritos resonando en
su silencio interno. Calla, porque él no
va a responder. Llora, porque esperaba otra cosa.
Los días pasan y el bebito crece. Las pataditas, el
ultrasonido y el latir rápido de un corazón emocionan a la futura mamá, y la próxima
abuelita sonríe con lágrimas cuando sabe que el nuevo habitante de la tierra se
llamara como ella.
Y es cuando nace, cuando ese bebe respira por primera vez y
una enfermera dice “Bienvenido al mundo”, que ella sabe que hará la diferencia.
Que enseñara a ese bebe a no juzgar, sino a amar. A no hablar por hablar, sino
a escuchar. Que intentara que los prejuicios que actuaron en contra de ella, de
ambos, no corrompan jamás su corazón.
Cuando por fin él bebe descansa entre sus brazos, y besa su
delicada cabezita, piensa que de los errores se aprende, y que este “accidente”,
como todos se empeñaban en decir, dio por resultado a la niña más bonita jamás
vista.
Entonces, todas las palabras dichas en su contra, valieron
la pena.