14/julio/2013'
Herido del cuerpo, herida del alma.
Dices ser una bestia.
Tu mirada delata el dolor que conlleva semejante declaración y te alejas de mí,
mirando el suelo, mientras tu figura se encorva ligeramente como si todo pesara igual
que tu alma.
Estiro el brazo e
intento alcanzar tu mano. Tu mirada me busca, me advierte y tus finos labios se
tensan, al igual que tu cuerpo.
-Shhh-digo-no te haré
daño.
Suspiras y exasperado
me explicas que no temes eso, sino más bien que tú puedas hacérmelo a mí. Te
aseguro que estaré bien, que no me pasará nada, que confió en ti.
Tiemblas. Tus ojos
acuosos indican que he tocado fibras sensibles, y repentinamente abrumada intento con más
fuerza tocarte.
Esta vez no me rehuyes
e incluso envuelves mi mano en la tuya. La aprieto suavemente y con el pulgar
dibujo formas en tu piel. Siento tu cuerpo convulsionar levemente a causa de
sollozos reprimidos, y odio con todas mis fuerzas a aquel que te hizo semejante
daño.
-Estarás bien, yo te
ayudaré-susurró casi sin fuerzas, y me siento desfallecer cuando con tu mano
libre limpias tus lágrimas. Acallo sin éxito el impulso de abrazarte, y
simplemente recorro mi mano por tu brazo hasta tu hombro, donde la poso y sobre
ella mi mentón.-Eres la mejor persona que he conocido. Eres un ángel. Me has
salvado la vida. No soporto verte mal.
Palabras comienzan a
salir a borbotones por tu boca, mientras el sol se abre paso por el bosque oscuro
en que estamos, y un rayo de luz hace reflejar el color ocre de tu
cabello. No entiendo lo que me quieres
decir, hasta que te sueltas de mi torpe abrazo y pasas tus dedos por las
cicatrices que cubren tus brazos.
-Quisiera que
entendieras lo podrido que estoy por dentro. –murmuras.
-No digas
estupideces. Quiero entenderte, pero no puedo hacerlo si sigues levantando esas
murallas de lastima por ti mismo alrededor.-Veo como tu piel marfileña se pone
aún más pálida, y el gesto de dolor que cruza rápidamente tu rostro. –Déjame
ayudarte, toma mi mano, tócame, soy real, no quiero hacerte daño. –mi voz baja
como si estuviera orando te sorprende. Sabes que soy toda energía y pasión,
pero verte tan mal a minado mis fuerzas, y probablemente mi felicidad.
-Eres pura bondad
conmigo. Temo que un día cambies de opinión y me abandones a mi suerte. No
quiero montar ningún tipo de dependencia, de sentimiento hacia ti. No quiero
tener más heridas. –dices esto viendo directo a mis ojos, y consternada siento
la sangre bajar a mis pies.
Lenta y
cuidadosamente tomo tu mano y la coloco en mi pecho.
-¿Sientes eso? Ahí dentro
yo también tengo muchas heridas-te digo claramente, con el corazón loco por el
contacto-No te jurare un “siempre”, quizá ni siquiera un “mañana”. Tu cuerpo está
herido, yo tengo herida el alma. Existe
conmigo, no temas, nos cuidaremos el uno al otro.
Quitas tu mano, y la
posas a cambio en mi mejilla. Uno firmemente nuestras frentes y tomo con
cuidado tu brazo libre. Retiro la playera manga larga oscura que lo cubre, y
beso una por una las viejas cortadas que se amontona en tu piel.
-Te amo.-me dices, y
yo pierdo el suelo, el cielo, y el alma. Te veo más grandioso que nunca.
Me abrazo a tu
cuerpo, y me prometo que cueste lo que cueste, dure lo que dure, yo te haré
feliz.
Primer relato corto (:
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