12/nov/2013'<3
Durante años y años me he
formado como estudiante en diversas instituciones y en diversos lugares. Si
bien es cierto que en todas ellas he aprendido cosas nuevas, me he ido
adiestrando en diversas cosas y he avanzado en mi camino como futura
profesional, he llegado a un punto en el que me cuestiono muchas cosas.
Se dice que la postura es
asumir un punto de vista solido, desarrollado a través de la reflexión y el
conocimiento. La educación, en cambio, se sugiere como un proceso donde se
materializan conocimientos, habilidades, conductas y valores. Postura en
educación, conlleva por tanto, adquirir una visión propia sobre tal proceso que
hemos vivido en carne propia desde el momento en que nacimos, y que nunca deja
de estar vigente. Significa hablar de nuestro día a día, y de algo que haremos
hasta la muerte.
Reflexionando me doy cuenta
que mi educación ha sido bancaria desde el principio. Mis maestros, aunque muy
respetables, se empeñaron en llenarnos como vasijas. Muchas algunas veces
dijeron que se sentían obligados a enseñarnos algo que no tendría aplicabilidad alguna en nuestra
vida. Si bien es cierto que aprendí muchas cosas, y que sin estas no estuviera
donde estoy en este momento, he comenzado a sentirme incomoda al respecto, e
incluso un poco molesta.
¿Cuándo se dijo que las
palabras entraban a golpes, que un borrador lanzado con diestra disciplina cual
francotirador calmaría al niño más inquieto, que infundir miedo en vez de
respeto aseguraría una clase tranquila?
Empecé a leer tantas teorías
educativas, y querer saber más y más. Leí sobre esos genios, aquellos como
Freud, Piaget, Maslow, y preguntarme como nacieron esas ideas, si es que un día
sentados en sus pupitres acallados por la fuerza, reprimidos al grado de ser
jarrones que rellenar, pensaron “necesito cambiar las cosas”, y sentir esa
misma necesidad, esa que te invita a encender lámparas de reflexión, a
atreverse a ser, por una sola vez, diferente.
No creo en las clases
totalmente calladas, porque nunca lo he vivido. No creo en el maestro
sabelotodo, porque son humanos y también se equivocan. No creo en la
repetición, en contestar preguntas, y en estudiar sin analizar, porque el no
saber la razón no te da fundamentos para absolutamente nada. No creo que tener
el cabello arreglado y corto, como decían en primaria, influya en absolutamente
nada para el aprendizaje. No creo que vestir de uniforme, de manera igual a mi
compañero, haya funcionado absolutamente de nada en mi secundaria, y respecto a
mi prepa, cantar su himno personalizado cada lunes no me hizo sentir más sabia.
Y sobre todo, no creo que la educación este perdida, porque sé que no soy la
única que cuestiona todas estas cosas.
En lo que sí creo es en una
educación basada en la integridad de las personas. En aceptar que somos seres
pensantes, si, pero también seres que sienten, que viven cosas distintas día a
día, que necesitamos no solo de aprender a aprender, sino también de aprender a
sentir, aunque sea un poco.
Creo en una educación en que
el maestro y alumno sean iguales, en una educación en la que el alumno sepa su
potencial y confié en el, en la que prepare sus clases como el ser capaz que es
y exponga con soltura, porque esta ante sus iguales, no ante seres
destructivos. Una educación que brinde el suficiente poder en él para que sepa
que el cambio siempre está y estará en sus manos, que puede opinar y que puede
cambiar las cosas que de alguna manera u otra le estén haciendo sentir
oprimido, pobre, o menos.
Creo en una educación sin
fronteras, que enseñe tanto al pobre como al rico, que esté al alcance de todo
aquel que quiera aprender, que decida que quiere saber, que quiere crecer.
Creo en una educación que
deje libre la esencia del humano, aquella que te hace distinto de todos, porque
eres un ser único. Una educación que promueva el amor propio, porque solo a
través de este se llega a amar a otros.
Creo en una educación no
basada en reglas, porque estas no se imponen, se crean. Veo que si todos los
grupos vienen con el respeto implícito, en sus venas, no necesitaran de pedirlo
unos a los otros, y mucho menos a gritos.
Creo firmemente en una
evaluación propia, más libre, individualizada. Una evaluación que no sea
universal, pues no puedes evaluar de la misma manera a un pez y a un ave por su
manera de volar, y mucho menos por su forma de nadar. De ninguna manera todos
sabremos lo mismo, y mucho menos seremos buenos en las mismas habilidades, pues
somos seres distintos, y nos desarrollamos de diferentes maneras. Sin embargo,
también creo en una educación que promueva la ayuda, que enseñe al alumno a
tender la mano y también a aceptarla.
Creo en una educación que
ilumine, y que te enseñe a querer mas, a no darte por complacido, a buscar, a
querer y a lograr mucho más de lo que pensaste en un momento. En una educación
que acepte que los únicos limites rozan el cielo, y te los impones tú.
Creo también, que mi postura
puede sonar a una utopía, pero si otros países han desarrollado sistemas de
educación tan avanzados, México no debe pensar si quiera en quedarse atrás.
Se bien que no tenemos los
recursos, o que quizá los tenemos y no sean destinados a lo que se deba, que
los maestros necesitaran de poner no solo su tiempo, sino su alma en ello, y
que los alumnos deberán ver a la escuela no como obligación, sino como el
privilegio de estar preparándose día a día para ser alguien en la vida. La parte pesimista, se bien, se conformara
con el sistema actual y dará por terminado ello, pero se dice que si apuntas a
la Luna, aun si no caes en ella, al menos aterrizaras entre las estrellas.
Y en conclusión, no propongo
milagros, propongo cambios graduales que exigen esfuerzo, y trabajo duro.
Propongo una educación basada no en moldear personas que sean aptas para la
sociedad, que sean “normales” según los parámetros impuestos desde hace años,
ni mucho menos personas listas para un trabajo, sino personas que decidan hacer
lo que quieran por amor, por vocación, personas que sepan que hacer y porque,
personas criticas, reflexivas, felices.
Por último admito que podría
no ser fácil, pero tengo fe en que las cosas fáciles no son precisamente
aquellas que valen la pena.
*Este escrito fue creado para la materia de Metodología de la Enseñanza. Admito que empece a hacer la tarea de mal humor y con falta de inspiración, pues tenía poco menos de una hora para correr a imprimirla, sin embargo, el resultado me gustó.
1 comentario:
De verdad, me conmueves me encanta como te expresas, y sigo pensando deberíamos comenzar una revolución...
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